TEMA: VALORES ÚTILES DURACIÓN:
4 CLASES
LOGRO: DETERMINARA CUANDO UN VALOR O UN SITUACIÓN ES ÚTIL O
PRACTICA PARA LA VIDA DEL HOMBRE
INDICADOR DE LOGRO:
·
Diferencia
entre utilidad, utilitarismo y pragmatismo
·
Establece
ventajas y desventajas del utilitarismo y el pragmatismo
NOCIÓN DE
UTILIDAD
Puede
entenderse como útil aquello que sirve para
realizar alguna cosa; en este sentido lo útil es un instrumento para
hacer algo. Sin embargo este concepto en un sentido más especifico significa
todo aquello que sirve para satisfacer las necesidades o los deseos
humanos: por consiguiente pueden ser
útiles no solamente las cosas sino también las acciones; serán entonces útiles los alimentos, la comida, el
vestido los libros, el estudio, el deporte, la ciencia.
Debido a la importancia desempeñada por lo útil en
la economía algunos opinan que la utilidad es fundamentalmente un concepto
económico y solo “secundariamente no económico” y de tal manera desempeña
dentro de la ética un papel importante.
Alguno ha identificado lo útil con lo placentero. Sin embargo, aun cuando un buen número de
cosas útiles pueden producir placer o bienestar hay otras que sin producir
placer son eminentemente útiles, por ejemplo una operación quirúrgica, los
ejercicios de fisioterapia, el estudio de ciertas materias desagradables para
el alumno, etc.
VALORES
ÚTILES
Son valores derivados o propios que sirven para
satisfacer las necesidades humanas. En la vida corriente se identifican con los
bienes económicos sea porque satisfagan directamente las necesidades humanas o sea porque se constituyan en el instrumento
que sirve al hombre para producir algo.
a manera de ejemplo puede identificarse como valores útiles el de una
fruta, una medicina, un bolígrafo, un libro, un pincel, una máquina para
producir telas, etc.
En un sentido más amplio son valores útiles todas
las acciones contribuyentes a un mayor
grado de bienestar humano. Por lo tanto la utilidad se convierte
entonces en criterio ético o sea en norma
de conducta; apreciación que se conoce con el nombre de Ética Utilitarista.
EL UTILITARISMO Y LA BÚSQUEDA DE
LA FELICIDAD
Probablemente escuchó decir a un político que había
aprobado una norma legal porque hacía el mayor bien para el mayor número de
ciudadanos. Tal vez haya escuchado a alguien justificar sus acciones porque
eran para el bien general. Esta apreciación tiene una filosofía que está detrás de este tipo de
acciones. La filosofía se conoce como utilitarismo. Si bien es una palabra
larga, es de uso común a diario. Es la creencia de que la única norma de moral
está determinada por su utilidad.
Los filósofos lo llaman un sistema
"teleológico". La palabra griega telos significa 'fin' o 'meta'. Esto
significa que este sistema ético determina la moral basándose en el resultado
final. Mientras que la ética cristiana está basada en reglas, el utilitarismo
está basado en resultados.
El utilitarismo comenzó con las filosofías de Jeremy
Bentham (1748-1832) y John Stuart Mill (1806-1873). El utilitarismo obtiene su
nombre de la pregunta de prueba de Bentham: "¿De qué sirve?". Él
concibió la idea cuando se encontró con las palabras "la mayor felicidad
para el mayor número" en Treatise of Government, de Joseph Priestly.
Jeremy Bentham desarrolló su sistema ético alrededor
de la idea del placer. Se apoyó en el antiguo hedonismo que buscaba el placer
físico y evitaba el dolor físico. Según Bentham, las acciones más morales son
aquellas que maximizan el placer y minimizan el dolor. Esto ha sido denominado
a veces "cálculo utilitario". Una acción sería moral si produce la
mayor cantidad de placer y la menor cantidad de dolor.
John Stuart Mill modificó esta filosofía y la
desarrolló aparte del fundamento hedonista de Bentham. Mill usó el mismo
cálculo utilitario, pero en cambio se centró en maximizar la felicidad general
calculando el mayor bien para el mayor número. Mientras Bentham usó el cálculo
en un sentido cuantitativo, Mill lo usó en un sentido cualitativo. Él creía,
por ejemplo, que algunos placeres eran de una calidad superior a otros.
EL UTILITARISMO Y LA LÓGICA DE LOS
COMPORTAMIENTOS
“Yo le prometí
a un moribundo en una isla desierta —de la cual poco tiempo después sólo yo fui
rescatado— donar su reserva de oro al Jockey Club. Faltando a mi promesa, a mi
regreso lo dono a un hospital suburbano que necesita con urgencia de los fondos
para adquirir una nueva máquina de rayos x ¿Podría alguien criticarme por no
hacer lo correcto, sin que se vea expuesto a la acusación de “insensible”?
Aunque no se trata sino de un desafío imaginario
propuesto por el filósofo J. C. Smart, esta encrucijada ética intenta
mostrarnos que la frontera entre lo correcto y lo incorrecto parece a veces
desdibujarse. Demás está decir que no todas las elecciones ante la alternativa
de dejar contento a uno o a muchos son de vida o muerte. Pero casi todo el
tiempo, sin darnos cuenta, tomamos decisiones donde se juegan valores en
conflicto. Y cuando decidimos, muchas veces lo hacemos con vistas a las
consecuencias.
Cuando deliberamos con el fin de decidir qué curso
de acción seguir, habitualmente evaluamos cuál es aquella alternativa de la que
se van a derivar las mejores consecuencias. Si se es consecuencialista, uno
mira más hacia adelante que hacia atrás: lo Importante no es lo ocurrido en el
pasado, sino lo que podría ocurrir en el futuro como consecuencia de nuestros
actos. Y los conceptos básicos a emplear son los de “bueno” y “malo”, en lugar
de los de “correcto” o “incorrecto” porque, a juicio de los consecuencialistas,
para juzgar si un acto es correcto o incorrecto se debe anticipar si dará lugar
a consecuencias buenas o malas. El agente, entonces, deber llevar a cabo
aquella acción que, entre las alternativas disponibles, produzca el mayor
número de consecuencias positivas (y correlativamente, el menor número de
consecuencias negativas) para todos los afectados por esa acción. Si se aprueba
o desaprueba una acción según si aumenta o disminuye la felicidad de aquellos
cuyos intereses se hallan en juego en esa acción, entonces el único fin
deseable de una acción es promover la felicidad, acrecentando el placer y
evitando el dolor.
La forma más conocida de Consecuencialismo es el
Utilitarismo clásico desarrollado a fines del siglo XVIII por Jeremy Bentham
(1748-1832) y popularizado en el siglo XIX por John Stuart MIII (1806-1873). En
líneas generales, su piedra de toque, el principio utilitarista, afirma que el acto
moral es aquel que contribuye a producir la máxima utilidad con vistas al
bienestar general. El hecho de que la teoría haya surgido hace tanto
tiempo atrás, no significa que sea obsoleta o que despierte un interés
meramente histórico: cuando se decide entre políticas públicas tales como
fundar una nueva universidad o lanzar un programa para erradicar el
analfabetismo, se juegan razones utilitaristas. También cuando en un municipio
se ha de decidir entre adquirir un aparato de alta complejidad o lanzar un plan
de vacunación en atención primaria de la salud, entre otros factores se atiende
al bien común. Incluso cuando postergamos una romántica cena en un restaurante de
cinco tenedores y terminamos invitando a los compañeros de la oficina, nuestros
resortes morales pueden ser utilitaristas. Porque lo cierto es que, desde el
sentido común, cuando evaluamos un determinado acto solemos pensar, entre otros
factores, en sus consecuencias y, en particular, en su utilidad. Pese a que el
Utilitarismo clásico guía muchas de nuestras acciones, no goza de buena prensa:
se suele emplear el término “utilitarista” con cierto matiz marcadamente
despectivo que suena casi como una acusación (“eres un utilitarista”), cuando
en verdad, lejos de descalificar a alguien de ser un frío calculador o de
“materialista”, el Utilitarismo, en la medida en que atiende a la felicidad
general, exige sacrificar los intereses o deseos personales en aras de la
humanidad. Paradójicamente ese es uno de sus problemas, nos pide demasiado:
porque distante de un egoísmo descarnado, declara que la felicidad de cada uno
no es ni más ni menos importante que la de cualquier otro, razón por la cual se
debe promover el bien como tal, en lugar del bien para tal o cual agente.
Confiriéndole entonces a la imparcialidad un lugar central, Bentham declaró que
“cada uno cuenta como uno y nadie como más que uno”, con lo que quiso decir que
la felicidad de un pobre diablo cuenta tanto como la de un príncipe. Puesto que
persiguió promover el mayor número de consecuencias positivas o el menor número
de consecuencias negativas, el Utilitarismo clásico apeló entonces a una
especie de cálculo de felicidad: sostuvo que una acción es correcta si,
comparada con las alternativas disponibles, produce una felicidad neta que
resulta de sumar todo el placer o felicidad producida por la acción, de la cual
a su vez se debe restar todo el dolor o miseria causados por dicha acción.
Demás está decir cuántas veces ni podemos soñar con acrecentar la felicidad
general y debemos contentarnos con apenas reducir la miseria. En circunstancias
aciagas, la acción correcta debe ser entendida como aquella de la que resultará
menor miseria en comparación con la que resulta de cualquier otra acción
alternativa posible. Pese a ser impulsada por las mejores intenciones, esta
ecuación de placeres y dolores, de felicidad y miseria, fue prontamente
vilipendiada.
ACTIVIDADES
EN CLASE
1. Imaginemos un par de escenarios que ilustran estas
cuestiones. En el primero, Alberto es un cirujano plástico especializado en
reparar defectos de nacimiento. Vive en una región donde no hay ningún otro
profesional de su nivel, razón por la cual trabaja muchas horas en el hospital,
incluso durante los fines de semana. Alberto tiene dos hijos. Y pese a ser un
buen padre y a que sus hijos intentan compartir más tiempo con él, apenas si
los ve. Por cierto, Alberto vive atormentado por esta disyuntiva. ¿Qué le
aconsejaría un utilitarista “a rajatablas” a Alberto?
Rta/ Que Alberto debería maximizar la satisfacción
de las preferencias de todos aquellos afectados por su prolongada jornada
laboral: si pasase menos tiempo en su trabajo, cientos de chicos no obtendrían
lo que más desean en su vida —la reparación de sus defectos de nacimiento
gracias a la cirugía plástica que sólo Alberto es capaz de llevar a buen
puerto—.
a. Esta de acuerdo con este consejo? Justificar la
respuesta
b. En contrapartida, si Alberto continuara consagrando
su vida a su trabajo, son sus propios hijos quienes serían relegados en su
deseo de compartir más momentos con su padre. En esa disyuntiva, el principio
utilitarista dictamina que Alberto debe continuar con su ritmo de trabajo
porque más preferencias serán satisfechas (las del sinnúmero de chicos en lugar
de las contadas preferencias de su par de hijos). Pero esta respuesta choca con
el sentido común. ¿Parece entonces que, haga lo que haga, siempre estará
haciendo lo incorrecto y nunca lo que debería estar haciendo.? Justifica la
respuesta
c. El problema de Alberto es la dificultad de cumplir
con la responsabilidad que imponen los roles parentales y familiares en
general. ¿Acaso no tiene la obligación moral de cuidar los intereses de sus
hijos por sobre los de sus pacientes?
d. Pero si favorece los deseos de su familia ¿en ese
caso no está faltando a sus obligaciones profesionales?
e. Si la imparcialidad ha sido uno de los pilares de la
ética (‘haz el bien sin mirar a quién’), ¿acaso no colisionan las obligaciones
parentales de Alberto con la obligación de Imparcialidad?
2. Vayamos hacia otro escenario: Mariela cuida de su
tío anciano, quien unos años antes legó su fortuna a una fundación benéfica
para que, en un futuro, fuera destinada a financiar investigaciones oncológicas
que podrían alentar el descubrimiento de una cura para el cáncer infantil. Un
buen día, el anciano tío cambia súbitamente de parecer y decide que, en lugar
de destinar su fortuna a esas obras benéficas, lo legará a una sociedad
dedicada a fomentar la caza submarina entre su centenar de miembros. Y
raudamente solicita una entrevista con el escribano con el propósito de
modificar su testamento. Mariela está desesperada, pero la suerte viene en su
auxilio. Resulta que a veces el anciano tío olvida tomar sus medicamentos y
otras tantas Mariela debe impedir que su confundido pariente ingiera una
sobredosis. En la víspera de la visita al escribano, Mariela advierte que su
anciano tío está a punto de tomar, por error, una dosis adicional de la
medicación Indicada. Mariela sabe que esa sobredosis será fatal. Como también
sabe que si su anciano tío muere esa noche, su dinero irá a parar a la
fundación consagrada a la cura del cáncer y las vidas de muchos niños podrán
ser salvadas.
a. ¿Qué debe hacer Mariela, de acuerdo con el principio
utilitarista? Sin lugar a dudas, más preferencias serán satisfechas si ella
deja que su tío tome la dosis extra del medicamento. Con su silencio, Mariela
evita que su tío modifique su testamento. Con su silencio, Mariela ayuda a que
miles de niños enfermos se beneficien con el legado. Estás de acuerdo con este
planteamiento? Porque?
b. ¿es este acto el correcto? ¿No sería injusto que su
tío ingiriera una sobredosis por accidente, cuando otros ancianos —cuyas
muertes no beneficiarían a nadie— recibirían un trato diferente, simplemente
porque se les impediría ingerir esa sobredosis?
c. ¿Acaso no debería tratar a su tío con justicia, aun
cuando en ese caso no se cumplieran las preferencias de los niños?
TRABAJO EXTRA
CLASE
1.
Para Jeremy Bentham la felicidad
humana está en relación directa con el aumento de placer y disminución del
dolor, en otras palabras la felicidad puede adquirirse y determinarse
cuantitativamente. Qué significado
tiene la anterior afirmación.
2.
James Mill afirma que la felicidad del hombre se enfatiza en las
afecciones humanas por su carácter cualitativo, es decir, no es la cantidad de
placer sino su calidad la que importa. Esta de acuerdo con esta afirmación. Porque?
1.
Ampliar el concepto de pragmatismo desde el punto de vista filosófico
y su relación con la ética
Hacer
una crítica propia al utilitarismo en la ética, evaluar las ventajas
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